¿Cómo llegó Isabel II a ser la reina de Reino Unido? Así fue su ceremonia

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¿Cómo llegó a ser monarca Isabel II a sus 25 años? ¿Cómo se dio la línea sucesoria? Aquí te contamos.

Isabel II cumplirá 70 años de reinado en Reino Unido este 6 de febrero, esto en medio de un contexto de pandemia, escándalos entre su círculo familiar y su acercamiento al centenario de vida.

Muchas cosas han cambiado desde que asumió el poder en los palacios de Windsor y de Buckingham. El inicio de su reinado estuvo marcado por los cambios sociales en la época, así como el contexto de la Segunda Guerra Mundial, en el que incluso descartaban que ascendiera al trono.

¿Cómo llegó a ser monarca a sus 25 años? ¿Cómo se dio la línea sucesoria? Aquí te contamos.

El cuarto reinado más largo de la historia El reinado de Isabel II es uno de los mandatos monárquicos más longevos del mundo, solamente superado por Luis XIV de Francia (1643-1715, 72 años), Bhumibol Adulyadej de Tailandia (1946-2016, 70 años) y Juan II de Liechtenstein (1858-1929, 70 años), y en caso de llegar a los 100 años de vida, podría superarlos con 75 años al trono.

La «reina» que no iba a serlo Elizabeth Alexandra Mary Windsor, nacida el 21 de abril de 1926, era la tercera en la línea de sucesión detrás de su tío, el rey Eduardo VIII y de su padre, Jorge VI.

Su nacimiento generó expectación durante la época  No se esperaba que ascendiera formalmente al trono, la sociedad esperaba que el entonces príncipe Eduardo se casara y formara a su familia, misma que iba a ser futura línea sucesoria directa.

Al morir su abuelo, el rey Jorge V, Eduardo asume la corona y renuncia a ella en el mismo año. Eduardo mantenía relaciones con mujeres casadas —algo mal visto en la época de los años de 1930— hasta enamorarse de la socialité estadunidense Wallis Simpson, quien se había divorciado de su primer marido, el oficial de la marina estadunidense Win Spencer.

Se esperaba que el rey Eduardo VIII fuer a dejar descendencia, pero su compromiso Wallis Simpson hizo que abdicara. (Dominio Público) La relación entre ambos tenía mala reputación por parte de Jorge V, mismo que generó rechazo entre la sociedad de ese entonces.

Por ello, miembros de la Sección Especial de la Policía Metropolitana de Londres examinaron en secreto la naturaleza de su relación. El informe, que no estaba fechado, detalló una visita de la pareja a una tienda de antigüedades, donde el propietario señaló más tarde «que la dama parecía tener al Príncipe de Gales completamente bajo su control».

Esa perspectiva generó polémica entre el orden político de la época. Al morir el rey Jorge V en 1936, Eduardo ascendió al trono al día siguiente e iba acompañado de Wallis Simpson, rompiendo con la tradición de presenciar su proclamación desde la ventana del Palacio de St. James.

Eso generó malestar en los círculos gubernamentales con acciones que fueron interpretadas como «una injerencia en asuntos políticos».

Eduardo VIII había invitado al entonces primer ministro británico, Stanley Baldwin, para expresar su deseo de casarse con Wallis, pero le informó que sus súbditos lo considerarían un «matrimonio moralmente inaceptable», principalmente porque la Iglesia anglicana prohibía las bodas después del divorcio.

Aunque él era el líder de esa rama religiosa, el arzobispo de Canterbury, Cosmo Gordon Lang, insistió abiertamente en que debía abdicar si lo hacía.

El monarca había propuesto un «matrimonio morganático, en el que Eduardo seguiría siendo rey, pero Wallis no sería reina consorte, tendría un título menor y sus hijos no iban a heredar el trono. Aunque fue aprobado por el propio Winston Churchill —quien era legislador del Partido Conservador en ese entonces— no tuvo aprobación por el gabinete británico.  Eduardo VIII había informado a Baldwin que abdicaría al trono si no podía casarse con ella, ya que en el entorno cercano al rey afirmaban que no estaba dispuesto a renunciar a Wallis, y que en caso de casarse generaría una crisis constitucional.

Una abdicación por amor El 10 de diciembre de 1936, abdicaría al trono y se lo daría a su hermano, el príncipe Alberto, quien se convertiría en Jorge VI, y esto derivó en que Isabel fuera la primera en la línea de sucesión, ya que no tenía hermanos varones, mismos que estaban privilegiados en la herencia del trono por las leyes de la época.

Jorge VI (cen.) tuvo que suplir a su hermano tras abdicar al trono por comprometerse con Wallis. (Dominio Público) En esa tiempo, Isabel empezaba a conocer a quien sería a su futuro esposo: el príncipe Felipe —príncipe de Grecia y Dinamarca, ya que sus padres eran los reyes de ambos países— al sólo tener 13 años.

La monarquía de su padre estaría plenamente marcada por la Segunda Guerra Mundial —donde las fuerzas del Eje bombardeaban Londres—, y se debatía la posibilidad de que Isabel y su hermana Margarita fuesen enviadas a Canadá para protegerlas, algo a lo que su madre, Isabel Bowes-Lyon, se negó.

Terminaron permaneciendo en Reino Unido y colaborando en obras teatrales y programas infantiles durante la guerra.

Fue hasta 1943 cuando Isabel hizo su primera aparición pública en solitario en una visita a la Guardia de Granaderos, de la que había sido nombrada coronel el año anterior.

Por ser la sucesora al trono, y acercándose a sus 18 años, la Cámara de los Comunes modificó la ley para que pudiera actuar como uno de los cinco Consejeros de Estado en caso de incapacidad o ausencia de rey en el extranjero.

Fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial cuando se enfiló en el camino de la línea sucesoria.

Isabel se casó con Felipe en 1947, cuando tenía 21 años. El ahora rey consorte renunció a sus títulos anteriores para convertirse en el «príncipe de Edimburgo».

El matrimonio no estuvo exento de polémica, Felipe no tenía posición financiera, nació en el extranjero —aunque era un súbdito británico que había servido en la Marina Real Británica durante la guerra— y tenía hermanas que se habían casado con nobles alemanes con vínculos nazis, mismas que no fueron invitadas a boda, al igual que rey emérito, Eduardo VIII.  Al año siguiente, en 1948, nacería el príncipe Carlos.

El ascenso al trono de Isabel  El estrés de la guerra había afectado la salud de Jorge VI, la cual empeoró por su fuerte adicción al tabaco y el posterior desarrollo de cáncer de pulmón, entre otras dolencias.

Isabel empezó a asumir más deberes reales a medida que la salud de su padre se deterioraba, entre ellas una gira a Canadá, Australia y Nueva Zelanda entre 1949 y 1951.

Pese a que le habían extirpado todo el pulmón izquierdo, a consecuencia del cáncer que padecía, Jorge VI murió el 6 de febrero de 1952 a las 07:30 horas en su cama de Sandringham House, en Norfolk, una de las residencias oficiales de la realeza británica.

Isabel II no estaba contemplada para ser reina, sin embargo, las situación la enfiló en la línea sucesoria. (AFP / Archivo) Durante dos días, el ataúd de Jorge VI descansó en la iglesia de Santa María Magdalena, en Sandringham, antes de permanecer en el Westminster Hall desde el 11 de febrero.

Su funeral tuvo lugar en la Capilla de San Jorge, dentro del Castillo de Windsor, el día 15, y fue enterrado inicialmente en la Bóveda Real hasta que fue trasladado a la Capilla Conmemorativa del Rey Jorge VI dentro de San Jorge el 26 de marzo de 1969.

La coronación de Isabel II no se realizó en ese instante, sino hasta un año después, esto debido a la tradición de dejar pasar el período de transición entre la muerte de un monarca y el ascenso al trono. Eso también dio a los comités de planificación el tiempo adecuado para hacer los preparativos para la ceremonia.

Aunque los comités de la coronación involucraron a los países miembros de la Mancomunidad de Naciones, muchos de ellos rechazaron las invitaciones para participar en el evento, ya que consideraban la ceremonia un rito religioso exclusivo del Reino Unido.

Se planeó con 14 meses de anticipación.

También se debatió sobre el nombre de la futura casa real, se decidió conservar la conjunción de ambos apellidos de los futuros reyes: la casa de Mountbatten-Windsor, mismo que terminó siendo heredado en las próximas generaciones.

La ceremonia de coronación de Isabel II siguió un patrón similar a las coronaciones de los reyes y reinas antes que ella, se llevó a cabo en la Abadía de Westminster e involucró a la nobleza y al clero.

Sin embargo, para la nueva reina, varias partes de la ceremonia fueron marcadamente diferentes: una de ellas, que fue la primera en emitirse por televisión, que fue transmitida por la BBC y compartida a otras partes del mundo en grabaciones.

El protocolo de la investidura de la reina Isabel II El día de la coronación se debe preparar el aceite para la unción que debe estar lista en el altar de la iglesia de la Abadía de Westminster. La letanía empieza a cantar mientras el Decano, los eclesiásticos y el coro de la iglesia avanzan desde el altar haca la puesta oeste, que es donde entra la próxima monarca. Todos preparados, la procesión se formará de ese lado hasta que se dé aviso que de llega «Su Majestad».

El pueblo permanece de pie hasta el inicio del Servicio de Comunión.  La reina Isabel II empezó a tener responsabilidades de monarca desde sus 18 años y se casó a las 21 con el príncipe Felipe. (Reuters / Archivo) En la mañana del día de la Coronación temprano, se debe tener cuidado de que la ampolla se llene con aceite para la unción y, junto con la cuchara, se coloque lista sobre el altar en la iglesia de la Abadía.

Al ingresar la reina, es recibida con un himno sacado de una frase de la Biblia.

«Me alegré cuando me dijeron: entraremos en la casa del Señor. Nuestros pies estarán en tus puertas: oh Jerusalén. Jerusalén está construida como una ciudad: que está en unidad en sí misma. Ora por la paz de Jerusalén: prosperarán los que te aman.

Paz sea dentro de tus muros, y abundancia dentro de tus palacios». (Salmo 122, 1–3, 6, 7)».

En tanta, la reina pasará a través del cuerpo de la Iglesia subiendo los escalones hasta el teatro. Pasando por su trono, hace su humilde adoración, arrodillándose frente a su próxima silla, en el laso sur del altar para posteriormente sentarse.

Posteriormente, los lores saldrán de sus lugares y presentarán por orden de cada uno las regalías de lo que lleve al arzobispo, quien terminará entregando al final al Deán (regente) de Westminster. El arzobispo, junto con el Lord Canciller —lord guardián del Gran Sello Real, con el que se da la aprobación al monarca— y los reyes de armas se dirigen al lado este del teatro.

El primero hablará en voz alta al pueblo, mientras que la reina está de pie junto a la silla de su antecesor, repitiendo en los cuatro lados del reciento la siguiente frase:  «Señores, aquí les presento a la Reina Isabel, su indudable Reina: Por tanto, todos ustedes que han venido este día para rendirle homenaje y servicio, ¿Están dispuestos a hacer lo mismo?» Mientras que el público proclama «¡Dios Salve a la Reina Isabel!», para posteriormente sonar las trompetas. Regresando la Reina a su silla, el arzobispo de pie ante ella administrará el Juramento de Coronación, preguntando primero a la Reina: —Señora, ¿está dispuesta Su Majestad a prestar juramento? —»Estoy dispuesta», dice la reina.

El Arzobispo empieza a realizar otras preguntas mientras que la Reina contestará cada una de ellas por separado mientras tiene un libro a la mano.

Isabel II asumió la corona del Reino Unido el 6 de febrero de 1952, pero su coronación fue mucho después. (Reuters / Archivo) — ¿Prometerá y jurará solemnemente gobernar los Pueblos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Canadá, Australia, Nueva Zelanda […] y de sus Posesiones y otros territorios a cualquiera de pertenecientes o pertenecientes, según sus respectivas leyes y costumbres? —Prometo solemnemente que así lo haré. —¿Harás con tu poder que la Ley y la Justicia, en Misericordia, sean ejecutadas en todos tus juicios? —Lo haré. —¿Mantendrás al máximo de tu poder las Leyes de Dios y la verdadera profesión del Evangelio? ¿Mantendrá usted hasta el máximo de su poder en el Reino Unido la Religión Reformada Protestante establecida por ley?  ¿Mantendrás y preservarás inviolablemente el establecimiento de la Iglesia de Inglaterra, y la doctrina, el culto, la disciplina y el gobierno de la misma, según lo establece la ley en Inglaterra? ¿Y preservará para los obispos y el clero de Inglaterra, y para las iglesias allí encomendadas a su cargo, todos los derechos y privilegios que por ley les pertenecen o les corresponderán a ellos o a cualquiera de ellos? —Todo esto lo prometo hacer. Con ello, la Reina se levanta de su silla llevando delante de ella la Espada del Estado, en que se dirigirá al altar y hará su juramente frente al pueblo poniendo su mando derecha sobre el Santo Evangelio en la gran Biblia diciendo estas palabras «Las cosas que tengo aquí antes prometidas, las cumpliré y cumpliré. Así que ayúdame Dios».

Entonces la Reina besará el Libro y firmará el Juramento. Habiendo así prestado, volverá de nuevo a su Silla, y la Biblia será entregada al Decano de Westminster. Al volverse a sentar, el el Arzobispo pasará a su silla, y el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, recibe la Biblia del Decano de Westminster, que se lo la traerá a la Reina y se la presentará, diciendo estas palabras:

«Nuestra graciosa Reina: para que Su Majestad tenga siempre presente la ley y el Evangelio de Dios como regla para toda la vida y gobierno de los Príncipes cristianos, les presentamos este libro, lo más valioso que este mundo ofrece. Aquí está la Sabiduría; esta es la Ley Real. Estos son los Oráculos vivos de Dios».

La reina entregará la Biblia al Moderador, quien la llevará al Deán de Westminster, para que la coloque con reverencia sobre el Altar.

Hecho esto, el Arzobispo volverá al Altar para comenzar el sermón con el pueblo de rodillas a un inicio. La Reina Isabel tuvo su corona hasta 1953, tras el duelo de su padre y la preparación de la ceremonia

. (AFP / Archivo) Durante el sermón, el Lord Canciller le despoja su túnica carmesí. La Reino se sienta mientras Cuatro Caballeros de la Jarretera sostendrán sobre ella un rico velo de seda o tela de oro.

El Deán de Westminster, tomando la ampolla y la Cuchara del Altar, ungirá de aceite a la reina en forma de cruz diciendo «Ungid sus manos con óleo santo».

Posteriormente la reina se vuele a levantar nuevamente en la silla real mientras los caballeros llevan el paño mortuorio.

El Lord Canciller, que porta la Espada del Estado, entrega la espada al arzobispo, que posteriormente dirá: «Escucha nuestras oraciones, ¡oh Señor», te suplicamos, y dirige y apoya a tu sierva, la Reina Isabel, para que no lleve la Espada en vano; pero puede usarlo como el ministro de Dios para el terror y el castigo de los malhechores, y para la protección y el consuelo de los que hacen el bien, por Jesucristo nuestro Señor. Amén».

El arzobispo entrega la espada a la reina, sosteniendo y diciendo lo siguiente:

«Reciba esta espada real, traída ahora del Altar de Dios, y entregada a usted por manos de nosotros los Obispos y siervos de Dios, aunque indignos. Con esta espada haced justicia, detenga el crecimiento de la iniquidad, proteja a la santa Iglesia de Dios, ayuda y defienda a las viudas y a los huérfanos, restaure las cosas que se han ido a la ruina, conserve las cosas restauradas, castigue y reforme las que están mal, y confirma lo que está en buen orden, para que haciendo estas cosas seas glorioso en toda virtud; y sirvan tan fielmente a nuestro Señor Jesucristo en esta vida, que puedan reinar para siempre con él en la vida venidera. Amén».

A partir de ahí, se entregan los anillos, la Orbe con la Cruz del Altar, la túnica imperial, el cetro, el bastón, la vara con la paloma, para dar paso final a la corona. Entonces, el pueblo se levanta, el arzobispo la toma con sus manos y lo pone frente al altar diciendo ¡Oh Dios!, Corona de los fieles: Bendice te suplicamos esta Corona, y santifica así a tu sierva Isabel, sobre cuya cabeza la colocas hoy como signo de majestad real, para que sea llena de tu abundante gracia con todas las virtudes principescas. Por el Rey eterno Jesucristo nuestro Señor. Amén».

Con una reverencia, la reina recibe la corona en su cabeza al cual el pueblo grita repetidamente «¡Dios salve a la reina!».

El Arzobispo dice finalmente: «Dios los corone con una corona de gloria y de justicia, para que teniendo una fe recta y múltiples frutos de buenas obras, puedan obtener la corona de un reino eterno por el don de aquel cuyo reino es para siempre. Amén».

Todos terminan rindiendo plestecías a la nueva reina. También designan al nuevo rey consorte dentro de los homenajes, donde tocará la Corona sobre la cabeza de la nueva reina y besará la mejilla izquierda, al igual que todos los pares de su grado.

Terminado el Homenaje, suenan los tambores y trompetas mientras todo el pueblo gritará, dando voces: ¡Dios salve a la Reina Isabel!» «¡Larga vida a la Reina Isabel!» «¡Que la Reina viva por siempre!». Después de ello, la nueva reina entrega las nuevas posesiones al Lord Canciller para su resguardo. En esto se hace también una comunión, un momento de solemnidad. La nueva reina, apoyada y asistida como antes, saldrá de la Capilla por la misma puerta del lado sur y procederá el coro y la nave hasta la puerta oeste de la Iglesia, llevando su Corona y llevando en su mano derecha el Cetro y en su mano izquierda el Orbe, que al final se canta el Himno Nacional.