Mazatlán, Sinaloa, 22 de octubre de 2025.-
La noche del 21 de octubre, la Camerata Mazatlán ofreció un concierto profundamente emotivo en la parroquia San Carlos Borromeo, dentro del marco del Festival Cultural Mazatlán 2025, bajo la dirección del maestro Sergio Freeman. La presentación, titulada “Cultura con Historia”, reunió a un público que llenó el recinto sagrado para disfrutar de un programa que recorrió desde el barroco hasta el siglo XX, uniendo arte, fe y comunidad.
El programa inició con el “Concierto para fagot en mi menor” de Antonio Vivaldi (1678–1741), interpretado magistralmente por la fagotista Mitzy Burgueño, quien ofreció un sonido cálido y expresivo, lleno de contrastes entre la energía del allegro y la introspección del adagio.
Siguió el “Concierto op. 9 no. 2 en re menor” de Tomaso Albinoni (1671–1751), con Juan Carlos Chavarría como solista en el trombón, pieza que destacó por su elegancia y sentido melódico, recordando la belleza de la música veneciana.
Uno de los momentos más esperados fue la interpretación de la “Suite Orquestal No. 2 en Si menor, BWV 1067” de Johann Sebastian Bach, con la flautista Frida Fernández como solista. Esta obra, escrita para flauta, cuerdas y clavecín, es una de las joyas del repertorio barroco. Su movimiento final, la célebre “Badinerie”, deslumbró por su virtuosismo y frescura. Bach, al incluir la flauta como eje melódico, logra un equilibrio entre la arquitectura contrapuntística y la sensibilidad instrumental que se percibió con gran claridad en la acústica del templo.
Posteriormente, el público disfrutó del “Danzón No. 5: Portales de madrugada” del compositor mexicano Arturo Márquez, en arreglo de Gil G. Vértiz, con Israel Aragón en el clarinete. La pieza ofreció un cálido contraste latinoamericano, lleno de nostalgia, cadencia y ritmo.
El concierto concluyó con la “Suite Rakastava, op. 14” de Jean Sibelius (1865–1957), una obra de espíritu romántico que evocó paisajes nórdicos y sentimientos de amor y melancolía, cerrando la velada con una atmósfera de paz y contemplación.
Más allá del valor estético del repertorio, esta presentación representó un encuentro entre la cultura y la espiritualidad. La elección de la parroquia San Carlos Borromeo como escenario convirtió la experiencia en un acto de comunión simbólica, la música clásica se transformó en un puente entre lo humano y lo divino, resonando entre vitrales, madera y comunidad.
El público, compuesto por feligreses, vecinos y melómanos, respondió con calidez y aplausos prolongados, celebrando no solo el talento de los músicos, sino la presencia de la Camerata Mazatlán en espacios comunitarios.
La música, en esta ocasión, no fue solo un espectáculo, fue una forma de oración compartida, un recordatorio de que la cultura y la fe pueden encontrarse en el mismo escenario, iluminando el alma de Mazatlán.