Por Melchor Inzunza
La separación evolutiva entre humanos y chimpancés ocurrió en tiempos menos remotos de lo que se había creído. Así lo revelan estudios y hallazgos arqueológicos recientes.
Se han descubierto herramientas que datan de hace 4 mil 300 años –martillos de piedra y lanzas de madera–, confeccionadas por los chimpancés comunes. (Hallazgo dado a conocer el 22 de febrero de 2007 en la revista Current Biology.)
La habilidad de crear tales artefactos miles de años antes de lo estimado, la afinidad genética y cercanía evolutiva con el hombre, hicieron de estos monos parientes aún más próximos a nosotros.
Un típico martillo de piedra mostrando un profundo desgaste utilizado por los chimpancés de la selva Tai para romper nueces. Max Planck Institute of Evolutionary Anthropolog.
La evolución no dice que el hombre descienda del mono, sino que el hombre y el mono tienen un origen común. Y estamos por lo visto más cercanos del chimpancé (con quien compartimos el 96 por ciento de nuestro ADN).
Diferentes
Los bonobos son la otra especie del género de los chimpancés, y son nuestros más inteligentes parientes primates. También los más amenazados por la deforestación y la caza. De los cien mil que en 1984 habitaban los bosques del Congo, hoy quedan menos de veinte mil bonobos.
“El pequeño mono me mira… ¡Quisiera decirme Algo que se le olvida!”
Fueron descubiertos en 1929, como especie diferenciada, por Ernst Schwarz. El anatomista alemán encontró en los bonobos un comportamiento muy distinto al de los otros simios.
La mayoría de los primate son, en efecto, violentos, territoriales, hacen la guerra contra sus congéneres, los machos dominan el grupo y, por un quítame estas pajas, se matan entre sí. (Compartimos con ellos la capacidad de violencia y brutalidad).
La conducta de los bonobos es muy diferente.
Además de la tendencia a andar erguido en ocasiones –el 25 por ciento del tiempo en sus desplazamientos por el suelo–, suelen ser más tranquilos y conviven pacíficamente en grupos. Nómadas, no tienen problemas territoriales con otros vecinos.
Hembras
Se organizan en matriarcado –la posición suprema en la manada es ocupada por una hembra– y el dominio colectivo de éstas es un factor que limita la violencia.
La hembra bonobo es el único primate –además del humano– en celo permanente. La libido no reprimida y constante de la hembra obliga al macho que desee perpetuarse y no perder el tiempo en peleas. Si dos machos buscan bronca, pronto intervienen las hembras que les desistir del pleito.
De acuerdo con el estudio de la antropóloga Martín Cano, la agresividad entre los machos parece responder a cierta competencia para lograr el favor sexual de las hembras, pero el bonobo no se impone mediante la violencia. La animosidad no pasa de ser, casi siempre, pura fanfarronería.
Cogen como nadie
De hecho no hay conflicto entre ellos que no se resuelva –o disuelva– en besos, caricias y sexo. En vez de matarse como los chimpancés comunes, de volada se ponen a fornicar, como un juego divertido para reducir la tensión.
Y lo hacen con asombrosa frecuencia y variedad, no sólo con un fin reproductivo, sino, en la gran mayoría de los casos, por placer, al igual que en la especie humana.
Practican el sexo en todas las variantes y en posturas antes consideradas exclusivas de los humanos. Y en todo tipo de combinaciones: macho con hembra, macho con macho, hembra con hembra, macho adulto con individuo joven. Salvo entre padres e hijos.
El primatólogo holandés Frans de Waal, uno de los mayores especialistas en el tema, afirma que el sexo es la clave de la vida social de los bonobos: “lo usan para hacer amigos, para resolver conflictos y para decir hola… Lo utilizan como nosotros usamos un apretón de manos: como contacto social”.
Y el ser humano –sostiene– es el “más bipolar de los primates”, porque puede ser violento como un chimpancé y mostrar amor y empatía como los bonobos.
Y se besan
Por si fuera poco, los bonobos son los únicos animales –aparte de los humanos– que copulan cara a cara y, sorpresa, besándose en la boca. Como
usted puede verlo en las páginas de Internet, en videos y documentales de National Geographic, en reportajes de Discovery Channel y en fotografías de publicaciones científicas.
En cualquier parte, pues. Salvo en televisión mexicana –bueno, la gringa tampoco canta mal las rancheras puritanas–, que difícilmente mostraría a los bonobos haciendo de las suyas, porque, ¿sabe usted?, ofenden la moral y las buenas costumbres.
Por más pacíficos y amorosos que sean, la envidiosa censura no puede tolerar a tan alegres fornicadores.
De hecho, los más cogelones del mundo.
Referencias:
Revista Natura, suplemento de El Mundo, 01-09-05 / 10-05-06.
Nancy J. García, El amor de los bonobos, Periódico Siglo 21, Marzo, 2007. / El País, Sociedad- 06-07-2006. / Frans de Waal, Humanos y bonobos, revista digital de la Comunidad Smart, agosto de 2006 / Andre Gentil, El planeta de los simios, charla con Frans de Waal. Revista Neo, diciembre de 2005, Argentina.