Los peritos no hallaron mordidas de serpiente, entonces su esposa Lyn señaló al hermano de Ben como principal sospechoso, pero el caso dio un giro inesperado…
Desde pequeño, Benjamin «Ben» Renick había mostrado ser un amante de los animales. Su afición por los reptiles era indescriptible e incluso llegó a tener varias serpientes como mascota. Soñaba con tener su propio negocio de animales exóticos cuando fuera grande y cuando tuvo la oportunidad siendo adulto, lo consiguió.
Ben montó su tienda de reptiles en un terreno de Missouri, Estados Unidos, que había pertenecido a su familia. Ahí criaba y vendía serpientes como boas, pitones y anacondas, las cuales se llegaban a ofertar en hasta 25 mil dólares. Participó en varios capítulos de canales dedicados a las serpientes, su negocio era muy popular y todos lo conocían como «El Rey de las Serpientes«.
Para 2017, el hombre de 29 años estaba casado con Lynlee Renick, quien tenía un spa en Columbia, sin embargo, el negocio de su mujer no era tan próspero como el de él, además, algunas personas señalan que la joven de 31 años ya había expresado en algún momento que quería divorciarse de Ben debido a que le era infiel y además a veces se tornaba violento.
El 8 de junio de ese año, Lyn fue a ver a su esposo a su trabajo y fue cuando lo encontró muerto. Visiblemente alterada, como pudo llamó al 911 y para cuando llegaron los servicios de emergencia, ella les dijo que posiblemente una de sus serpientes lo había matado. Entonces se emitió una alerta sobre un reptil suelto, pero luego descubrieron que los contenedores de las víboras estaban bien sellados y que no faltaba ningún ejemplar, precisa The Mirror.
Cuando los peritos inspeccionaron el cuerpo de Ben, que yacía en el suelo, descubrieron que no tenía alguna marca similar a la mordedura de una serpiente, y en cambio sí tenía algunas heridas de bala. A la víctima le habían disparado al menos ocho veces y cuatro de ellas le dieron directo en la espalda.
Un giro inesperado en el caso de «El Rey de las Serpientes»
Entonces, las autoridades concluyeron que quizás algún ladrón había intentado robar el exitoso negocio de Ben, pero cuando revisaron, no hacía falta nada. Para entonces, Lynlee estaba ya estaba preparando el cobro del seguro de vida de su esposo, así como el pago por la venta de la tienda de Ben, pues desde hacía algún tiempo estaba tratando de concretar la transacción.
Y así fue como las sospechas empezaron a apuntar hacia ella. Los policías la interrogaron y ella dijo que su cuñado podría ser sospechoso, pero no había pruebas. Tuvieron que pasar más de dos años y medio para que se empezaran a encontrar irregularidades en las declaraciones de la viuda de Ben Renick.
Un hombre llamado Brandon Blackwell, quien era padre de uno de los hijos de Lynlee, le dijo a la policía que la mujer le había confesado que estaba involucrada en la muerte de su esposo. Y casi al mismo tiempo, una mujer llamada Ashley Saw, quien trabajaba en el spa de Renick, confesó que la había ayudado a «envenenar» la proteína de Ben con un medicamento que en realidad solo le causó somnolencia.