Con un peso de 14 toneladas, la GBU-57 es una bomba de penetración diseñada para destruir objetivos profundamente enterrados. Solo puede ser transportada por los aviones estratégicos B-2 Spirit, lo que la convierte en una herramienta exclusiva y letal del arsenal estadounidense.
En medio de la creciente tensión en Medio Oriente, Israel ha mostrado interés en este tipo de armamento, especialmente para atacar instalaciones nucleares subterráneas en Irán. Aunque recientes operaciones israelíes dañaron parte de la infraestructura atómica, los centros neurálgicos —como la planta de Fordow, ubicada en el subsuelo— siguen fuera de alcance.
Es ahí, bajo toneladas de concreto y roca, donde se ocultan los puntos clave del programa de enriquecimiento de uranio del régimen iraní.
Para alcanzar esas profundidades se necesita una bomba como la Gbu-57 MOP (Massive Ordnance Penetrator), un artefacto guiado de altísima potencia que fue desarrollado específicamente para perforar túneles y bases subterráneas fortificadas. Este proyectil puede atravesar hasta 60 metros de roca y varias capas de concreto y acero antes de detonar.
Dada su envergadura, la Gbu-57 solo puede ser lanzada desde los bombarderos B-2 Spirit, aeronaves sigilosas consideradas estratégicas para la defensa de Estados Unidos. Actualmente, la Fuerza Aérea norteamericana dispone de solo 19 unidades activas.
Un mensaje para Irán desde el océano Índico
En marzo pasado, Washington desplegó seis de estos aviones a la base militar de Diego García, en el océano Índico, en paralelo a sus operaciones contra posiciones hutíes en Yemen. El gesto fue interpretado como una señal clara a Irán, patrocinador de esos grupos armados.
Un mes más tarde, el jefe del Pentágono, Pete Hegseth, lanzó un mensaje directo al régimen iraní, recordando que esos bombarderos están en condiciones de alcanzar cualquier punto del Medio Oriente. La intención: presionar a Teherán para que acepte un acuerdo diplomático sobre su programa nuclear.