En las ceremonias en las que hay hablarme a los mexicanos, como el informe de AMLO de ayer, se maneja al país como una ínsula barataria, ajena a toda relación con su entorno global. Y en esta deshonrosa medianía geopolítica, el presidente jamás se refirió a la situación crítica que atraviesa el mundo, por ejemplo, la Guerra Comercial entre China y Estados Unidos y otros peligrosos retruécanos que tienen, entre otras consecuencias, paralizada la economía en el orbe, muy próxima a la recesión, y que por supuesto impactan decisivamente las finanzas de nuestra res pública, cuyo crecimiento hoy gira alrededor del 0.1%.
Pero junto a esta mutilación de su discurso que explicaría muchas de nuestras carencias y mutilaciones, el presidente prefirió desviar estos datos con sus propios “datos” como lo fue el de las pensiones y demás beneficios que han hecho a los mexicanos felices, muy felices, requetefelices, dibujando en el podio los humeantes poderes y bondades presidenciales, tan llevados y traídos por el rancio presidencialismo de antaño, que promete lo que no puede cumplir, porque muchas de nuestras soluciones son imposibles en este tiempo en crisis, el cual semeja un gato con los pies de trapo y los ojos al revés.
LA CARA Y LA CRUZ DE ESTAS DEBILIDADES.
La abstracción de la crisis global y los poderes omnímodos que muestra AMLO, son la cara y cruz de la misma moneda: la primera es hija de un soberanismo decimonónico que ha desfondado el siglo XXI y el segundo es un sentimiento heredado desde la Colonia, según el cual vale más un hombre fuerte en el poder que mil instituciones democráticas. Pero además este caudillo “olvidadizo” suele ser muy bueno con los buenos y muy malo con los malos.
El soberanismo y el presidencialismo han sido obsecuentes con los delirios de otros jefes Estado que nos maltratan y con la cohorte de políticos que son sus empleados y enemigo jurado de los disienten de sus desvaríos; por ejemplo, “en el informe el presidente utilizó la tribuna para denostar a sus adversarios: los declaró moralmente derrotados y, parafraseando a Juárez, afirmó que son una reacción cuyo triunfo es imposible, cuando lo que no tiene López Obrador es precisamente oposición, pues en la actualidad está desmembrada”( El Universal. Salvador García Soto. 02/ 09/19).
PERO MÁS ALLÁ DE ESTAS HERENCIAS Y DISLATES.
Tal vez sería una buena idea dejar de alimentar el culto al líder. Sus mítines por todo el país tienen el objetivo de amalgamar el amor al jefe y sus conferencias matutinas —las mañaneras— pretenden definir la agenda del día. Sería acertado recordarle a AMLO que los movimientos hegemonistas han costado caro a América Latina. No pocos confundieron el combate a la pobreza con la creación de un ejército de ciudadanos pagados con clientelismo. O que gobernar se resumía a ganar elecciones y controlar a los críticos y no al ejercicio democrático de la función pública New York Times. Diego Fonceca. 01/09/19)
La 4T necesita un plan racional que la sostenga, pero eso no será posible mientras sus políticas dependan de la voluntad de una sola persona, así sea su creador. Esa será la primera gran transformación de su 4T y quizás solo a partir de ella se materialicen los cambios que necesita México. Las necesidades de México reclaman un trato de estadistas, no personalismos caprichosos. El gobierno de un estadista debate a opositores y críticos con argumentos, no con berrinches, y sus funcionarios tienen autonomía y protagonismo y, sobre todo, un plan y una estrategia.
No atender a la necesidad de cambios condena a un escenario sombrío: el país seguirá arrastrando sus problemas de violencia, estancamiento económico, desigualdad y un presidencialismo tóxico. El presidente López Obrador debe ser menos AMLO para realmente transformar a México (Id).
LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS.
Diego Fonseca es un escritor argentino que vive entre Phoenix y Barcelona. Es autor de Hamsters. Recientemente coeditó el libro Perdimos. ¿Quién gana la Copa América de la corrupción?