AMLO desestima otra vez el riesgo de los contagios por Covid 19

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vuelEN LA GRILLA

 

AMLO desestima otra vez el riesgo de los contagios por Covid 19

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

¿Por qué el presidente ordena volver a clases presenciales a como dé lugar?

 

Se entiende de entrada, que urge solucionar la terrible deficiencia que están sufriendo los educandos con el sistema de clases a distancia. Entre la falta de conectividad, la ignorancia en el manejo de las tecnologías, el rezago de los padres, que incluso con estudios de nivel medio ya no se sienten capaces de asesorar a sus hijos de primaria y secundaria, y muy preponderantemente la deserción escolar por motivos económicos, se ha generado un hueco en la calidad y cobertura educativa, que impactará muy fuertemente en el futuro inmediato de estas generaciones.

 

Pero con toda la gravedad del caso, es inconcebible que el Presidente de la República decida que es más urgente subsanar esta brecha que garantizar {a salud y aún la sobrevivencia) de las familias mexicanas.

 

En las últimas tres semanas del ciclo escolar recién concluido se intentó un regreso programado, medido, que fue un fracaso porque los contagios se desataron en los planteles y llegaron a los hogares de los educandos, lo que generó un fuerte debate. Pocos estuvieron en contra de la suspensión. Uno de esos fue el propio presidente Andrés Manuel López Obrador.

 

¿Qué está pasando con el primer mandatario del país?

 

Durante doce años se mantuvo como el político más empático con la sociedad. Mientras los gobernantes se empeñaban en decidir desde la óptica de la macroeconomía, la globalización, la teoría del vaso de cerveza, que una vez lleno empezaría a derramar beneficios para los de abajo, López Obrador ponía el énfasis en los marginados, los mexicanos que otros veían como parte de la estadística, y él les daba, como opositor, la dimensión humana ya olvidada.

 

Fue él quien mantuvo visible la desgracia de las víctimas de la violencia (daños colaterales, les llamó Felipe Calderón), de los pobres que debían sobrevivir con menos de veinte pesos al día, de las víctimas del desorden en el sector salud, que frecuentemente se quedaban sin espacios en hospitales y sin medicinas, de los que no alcanzaban servicios públicos, en fin, de todos los afectados por el manejo inhumano de los gobiernos en turno.

 

Pero hoy, desde la Presidencia de la República, prefiere poner oídos sordos a las demandas sociales, convencido de que su gobierno ha hecho ya todo lo necesario para corregir carencias e irregularidades. Ordenar que se regrese a clases presenciales el 31 de agosto es desoír a quienes están advirtiendo sobre lo riesgoso de esta tercera ola. Pretender que los incrementos de casos de contagio son “un pequeño repunte” es ir contra una realidad enorme y contundente,

 

El combate a la pandemia no ha sido el fuerte del presidente. Desde el principio de mostró escéptico sobre sus efectos. El día en que su científico de cabecera -López Gatell- anunciaba el confinamiento que se extendería por varios meses (llegó a advertir que podría prolongarse de marzo a agosto, el presidente tomó la palabra para decir que sólo serían quince días. Después anunció varias domadas de pandemia y aplanamientos de curvas en falso y la previsión más catastrófica, la de sesenta mil muertos, se ha cuadruplicado.

 

¿Cómo puede pasar el político más empático del México reciente a convertirse en alguien que expide ukases sin medir las consecuencias que generarán sobre gente de carne y hueso? ¿Ya le garantizó López Gatell que el “leve crecimiento” de la pandemia, el mismo que devolvió las cifras diarias de contagios a niveles de febrero pasado, puede disolverse sólo en siete semanas?

 

Ayer las redes sociales mostraron una larga fila de coches cuyos conductores esperaban turno para rellenar tanques de oxígeno como no habíamos visto en nuestras ciudades.

 

¿Es el poder el que hace cambiar la óptica?

 

En alguna ocasión Enrique Peña Nieto dijo que ningún presidente se levanta pensando en “cómo joder hoy a México”. Seguramente tenía razón. La cosa es que lo hacen sin pensar.