Los problemas de salud mental, según Freud, pueden provenir de circunstancias dolorosas que le sucedieron a una persona; pero éstos asimismo pueden configurarse progresivamente en el inconsciente sin que hayan ocurrido mayores tropiezos a lo largo de su vida. Son múltiples los problemas mentales que pueden crearse y como múltiples son también sus manifestaciones. Estas “anormalidades” van desde los asesinos seriales hasta hasta “filántropos” que se quedan en la calle por arrojarle migajas a sus no tan semejantes; pasando contratiempos problemas psíquicos menos extremos, que a veces se puede vivir con y por ellos.
Examinemos un caso, el caso de alguien que mora en el palacio. Un ser humano maltratado en su infancia o “inventó” que fue vapuleado, que la adolescencia el espejo le dijo que era más feo que un pleito a machetazos dentro de un volkswaven y que además que se lo creyó por ser regordete y porque fue objeto de mofas de sus compañeros o creyó serlo; que fue obligado o se auto/obligó a estudiar una carrera en la que terminó examinando heces, cada vez con más asco y mayor desprecio por más que haya ganando un dineral. Uno solo, ya no digamos los tres aspectos, puede(n) bajarle la autoestima, a la que también se le llama sentimiento de inferioridad.
Este sujeto tiene por lo general tiene dos salidas extremas: quedar convertido en estatua de sal o en su defecto conformar una voluntad de hierro para cambiar de perfil, para saltar por encima sus congéneres a través de labrar una carrera política, aunque para conseguir ese propósito tenga que desfigurarse hasta la saciedad, porque esta indignidad es menor al pasado que aborrece; pero en el caso que examinamos este salto, que a veces el azar hace posible, y le permite conseguir ese objetivo para “vengarse” del oprobio del que fue objeto, sea real o sea un simple fantasma.
Todas aquellos dolores del alma que trae o traía a cuestas se transforman y se concretan en una paranoia explosiva, porque carente de teoría, el arte y la práctica de la política, en sus sueños diurnos y nocturnos piensa, cree, intuye que tirios y troyanos están carcajeándose de su estulticia, de una estolidez que trata de esconder, como buen resentido, a través de despidos, regaños, desprecios, gritos y exclusiones que, cada día que pasa, se convierten en escándalos mayores, merman la calidad que debiera tener un presidente municipal.
En este sentido usa el poder para que sepan quién manda. Y por supuesto les envía un mensaje envenenado en el que les dice a sus enemigos y aplaudidores de que él es quien es y no se parece a nadie. Así se expresan las personas que han perdido la seguridad y el amor propio. Quizá por eso busca y a veces encuentra amores otoñales y con ellos una familia extendida que ha tomado por asalto el palacio.