A JUAN PABLO SEGUNDO Y SAN FRANCISCO JAVIER LOS SEPARA UN ARROYO.
Alfredo Ramírez.
Dos santos, dos emblemas de la cristiandad, dos templos se encuentran separados por un arroyo pletórico de maleza y una calle lodosa.
Son Juan Pablo Segundo y San Francisco Javier; el Papa más querido en el mundo, el primero; y, el primer santo mexicano, el segundo.
Sus templos en construcción se disputan la feligresia en una de las colonias más apartadas del llamado casco urbano: Villas del Sol; de hecho se encuentran asentadas en los limites de la colonia, teniendo como fondo los cerros; hoy verdes debido a las lluvias pertinentes de los días recientes.
Nadie sabe en el barrio, explicar porque dos templos católicos conviven a escasos cincuenta o sesenta metros de distancia uno del otro; ahí potr la calle Brisas entre Avenida del Rocío (calle pavimentada en la inmensidad de los lodos) y Centella.
Lo cierto es que en una ciudad como Mazatlán es un hecho único. Hecho que resultaría común en otros puntos del país como Aguascalientes o Guanajuato.
Ahí están, ahí las puede visitar. Juan Pablo Segundo teniendo como compañía a inmenso eucalipto que con sus brazos alzados busca el cielo y, Francisco Javier; quien al igual que vivió, lo hace rodeado de hierbas para alimentarse y lucirse: quelites y solitarias verdolagas nacidas de la humedad del arroyo que en la Avenida del Rocío intercepta con el canal pavimentado.
Altas malezas, bastantes mosquitos; mucho riesgo de enfermedades en una colonia que se ampara o se cobija entre dos santidades.