JANG YEONG – JIN, UN HOMOSEXUAL QUE DESERTÓ DE COREA DEL NORTE. FUENTJJAE DE LA IMAGEN,OH HWAN

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Jang Yeong-Jin nació y se hizo adulto en Corea del Norte, la nación que aún adora el Partido del Trabajo, seguramente por su carencia absoluta de libertades y por su brutal encierro “soberanista”. A nuestro personaje norcoreano nunca le habían parecido atractivas las mujeres. Pero no fue hasta los 27 años que se le hizo la vida invivible, justo cuando le “arreglaron” su boda, toda vez que se sintió intensamente incómodo, digo incómodo para no decir una indecencia. «No podía poner un dedo sobre mi esposa. Aunque la pareja finalmente consumó el matrimonio en sábanas de perla azul, el sexo era poco habitual en la pareja, por no decir carente de retorcijones, como diría Fernando Zavater. .

Cuatro años después, por razones obvias, su esposa seguía sin quedar embarazada. Uno de sus hermanos comenzó a averiguar y averiguarlo a él. Jang le confió a su brother que jamás se había sentido atraído por una mujer. Jan confesó en una libro de su autoría: «Fui a muchos hospitales. Nunca se le ocurrió que podía haber otra razón por su falta de interés sexual con su esposa. Cuando ingresó a un hospital durante un mes para hacer pruebas médicas, conoció a otros pacientes, entonces descubrí que muchos habían tenido una experiencia similar: hombres que no podían sentir nada hacia una mujer. A partir de esta experiencia Jang supo que él no era el único incomprendido”.

En ese hacinamiento político en que se ha convertido Norcorea, su población no sabe – y quizá tampoco el dictador Kim Jong-Un y su corte de asesinos, no tenían aún un concepto de homosexualidad. Creían, aunque usted no lo crea, que a los hombres que no les gustaban las mujeres padecían alguna misteriosa enfermedad. Park Jeong-Won, profesor de leyes en la Universidad Kookmin de Seúl, Corea del Sur, afirma que corea del norte no tiene conocimiento ni ley explícita contra las relaciones homosexuales. Otra académica en Seúl, Kim Seok-hyang, ha entrevistado docenas de desertores que también han emigrado a su país, y afirma que ninguno había escuchado jamás hablar sobre el concepto de homosexualidad.

JAN YEONG- JIN LIÓ BÁRTULOS Y SE ECHÓ A ANDAR…

Pero el catalizador de su decisión de trasterrarse fue una visita del mejor amigo de Jang, un hombre llamado Seoncheol. Habían crecido juntos en el pueblo norteño de Chongjin. Eran muy cercanos, y dormían en la misma cama cuando uno se quedaba en casa del otro durante la infancia. Pero cuando crecieron sus sentimientos Jang se hicieron intensos. «Realmente mi amigo me gustaba mucho. Todavía sueño con él». Esa noche que llegó Seoncheol, unas horas más tarde, su amigo se quedó dormido. Él se levantó de la cama y se acercó. “No sé exactamente qué quería, tal vez sólo que me abrazara muy fuerte», comentó Jang en su libro Mi Escape desde Corea del Norte. Aquel momento le hizo sentir que su vida en Corea del Norte había llegado a su fin. Porque su deserción anularía automáticamente su matrimonio y le permitiría volver a casarse a su mujer…

Ante esa resolución tomó las de Villadiego. Cruzó las vallas, las cercas metálicas, eludió más minas y la la multitud de soldados que el dictador ha puesto en su frontera para evitar las deserciones a Corea del Sur. Pasocon el corazón en la a la fontera de China -donde hoy reina Xi Ping- muy cerca de la “Ciudad Fantasma”, donde no vive nadie, excepto soldados y armas de todos los calibres. En este país pasó ríos, valles y desiertos y se mimetizó de chino aprovechando sus rasgos orientales para que los soldados fronterizos de ese país no lo tomaran prisionero, pues tenían la orden de devolver a los desertores a su país de origen, no sin fuertes represalias y amenazas. A los meses de su travesía pudo llegar a Myanmar -Birmania- y a los meses ya estaba declarando, como es la costumbre, en una aduana de Corea del Sur. En un lapso de cinco meses lo interrogaron agentes, sobre todo porque no quería decirles a sus custodios que no les gustaban las mujeres, pues en el curso esos meses los soldados sudcoreanos ya habían descubierto de que no era un espía.

La arriesgada ruta que tomó Jang para desertar de Corea del Norte le ganó titulares en prensa. En 1998, 13 meses después de llegar a Corea del Sur, abrió una revista para leer una entrevista que dio sobre su deserción. Al pasar la página, descubrió un artículo sobre hombres homosexuales saliendo del armario, con una escena de una película estadounidense que mostraba dos hombres besándose sobre una cama. Ahí se convenció de que él también era homosexual. «Cuando vi aquello, supe enseguida que era ese tipo de persona. Por eso no me gustaban las mujeres».

Y COMO EN UN FINAL DE CUENTO, SE CASÓ Y FUE MUY FELIZ.

Aquella revelación transformó su vida. Se volvió un cliente habitual de los bares para gays en Seúl. Pero años después, este nuevo mundo expuso a Jang a un fraude devastador. En 2004, el dueño de uno de los bares favoritos de Jang le presentó a un auxiliar de vuelo. Salieron durante tres meses y se enamoró. El auxiliar de vuelo le pidió a Jang mudarse juntos, pero le explicó que, como vivía con su padrastro, primero debían comprar una casa más grande, por ello se mudó de su apartamento alquilado y le dio US$82.000 de sus ahorros y todas sus pertenencias. Nunca más volvió a verle. Acudió cada día a la estación de policía durante dos semanas hasta que le dijeron que se diera por vencido él jamás pensó que alguien pudiese engañarle de esta manera.

Poco a poco fue reconstruyendo su vida. Consiguió un trabajo como limpiador, ahorró para rentar una nueva casa y comenzó a escribir en su tiempo libre, pues desde niño ganó una vez un concurso de escritura, pero entonces se requería que los estudiantes solo escribieran para honrar al régimen norcoreano. Ahora, finalmente, Jang podía escribir lo que quisiera. Su autobiografía A Mark of Red Honor («La marca del honor rojo») fue publicada en 2015, cuando el libro fue traducido al inglés se hizo muy famoso.

Tomó un largo tiempo antes de que Jang se arriesgara a tener una cita. El año pasado, con 62 años, Jang conoció a Ming-su, el dueño de un restaurante, en un sitio de citas. Cuatro meses más tarde, viajó a EE. UU, donde compartió vinos y picnics, la pareja se ha ido conociendo cada vez más. «Cuanto más le conocía, más podía ver su buen carácter. Aunque es ocho años menor que yo, es el tipo de persona que primero se preocupa por los demás» (Ibid). Tras dos meses, Min-su decidió proponerle matrimonio. Ahora Jang está finiquitando sus documentos para probar que su matrimonio en Corea del Norte está terminado y esperan casarse a fines de este año. «Siempre me sentía miedoso, triste y solitario cuando vivía solo. Soy muy introvertido y sensible, pero él es una persona optimista. Somos buenos el uno para el otro» (Ibid).